viernes, 8 de abril de 2011

Cuento sensorial

Me quedé perplejo. Podía ver el andar de los carros centímetro a centímetro en la avenida principal cuyo asfalto se veía ya muy desgastado por el pasar de los años. A lo lejos se veía el castillo construido con ladrillos de diversos tamaños: grandes, medianos y pequeños, y cada uno de ellos se veía invadido por el vívido color del musgo como si quisiera cubrirlo para quitarle su color original inerte. El parque en las faldas del monte tenía un verde brillante. Todo sus árboles se mecían al compás de aquella brisa suave que invadía la ciudad de Edimburgo. Cada hoja danzaba en un ir y venir como si se meciera en un columpio de movimiento perpetuo. Más allá, en una de las esquinas, un señor con su traje típico escocés tocaba su gaita. Su vestimenta era clásica, un patrón recursivo de cuadros que se entrelazaban en una mezcla de colores rojos y verdes. Más allá, en el horizonte, el Sol se empezaba a ocultar cambiando cada pixel que conforma el cielo de un naranja rojizo a negro dejando algunos puntos en blanco para dar lugar a las estrellas. De repente, una mano fría me sacó de mi trance:

- Amor, ¿en qué piensas? Si no nos damos prisa cerrarán el centro comercial.

- Perdón querida, ¿a qué centro comercial quieres ir? - Y le quité la vista a aquellos lentes oscuros que usaba mi esposa que tanto me desagradaban.


Avatar JR

No hay comentarios:

Publicar un comentario